jueves, 21 de enero de 2010

LECCIONES DEL MAESTRO II



LA LITERATURA NO EXISTE
(el maestro a sus alumnos)

Mis queridos alumnos, vosotros que venís a escucharme, que ansiáis despertar de un mundo sonámbulo, ¡qué maravilla que vuestros ojos hayan comenzado a recelar de los espejismos! No os hagáis nunca esclavos de ellos. Por el contrario, enfrentad sin miedo la realidad.


La literatura no existe. Quienes hablan de literatura, enfangan de brumas la verdad. No, la literatura no existe. La literatura es el pretexto para aquellos que jamás han descendido a la oscuridad en que todo se engendra. La literatura es el refugio de la pequeñez, el disfraz de los ensoberbecidos, el campo de batalla de los ciegos. Hablan de literatura y, en su nombre, cometen innumerables atrocidades. Se sirven de la literatura como otros se sirven de fatuos ropajes o de lujosos automóviles.

La literatura es la escoria del ego. La literatura no existe. Es sólo una irreal abstracción, una etiqueta para quienes juntan palabras, un baño de oro para los pensamientos inanes. Ellos mismos, quienes se proclaman voceros de la literatura, hablan de literatura buena y de literatura mala. Pero no os engañéis: toda literatura es mala. No hay literatura buena.

¿Qué es lo contrario de la literatura? La verdad. Cuando escribáis, no penséis en la literatura; pensad en la verdad. Que no os importen las palabras ni la expresión ni el ritmo ni el género. Sólo la verdad. Huid del lenguaje y de los artificios y de las modas y de los grupos, y concentrad vuestra energía en hacer el camino, romper los límites y adentraros allí a donde radica la esencia. Escribid para vosotros y, al hacerlo, escribiréis para la humanidad entera.

¿Que más os da que os lean o no? ¿Que os publiquen o no? Esa preocupación es sólo para quienes hacen literatura, pero jamás para quienes aman la verdad. A una parte, está la literatura; a otra, la verdad. Y la verdad puede venir en palabras, pero también puede venir en el silencio. La verdad puede estar escrita, pero también puede estar en una mirada. La verdad puede brotar de un sabio, pero también de un niño. Vosotros buscad la verdad, aunque seáis su primera víctima. Buscad la verdad y expresadla como deseéis: con una sonrisa, con un abrazo, con un baile, con una palabra.

Vosotros no sois escritores. Quienes hacen literatura son escritores. ¡Escritor! ¡Qué sinsentido! Escribir es un reflejo y, por tanto, jamás puede ser un oficio. ¿Acaso se puede trabajar de espejo? Los espejos sólo reflejan la luz. Escribir es sólo reflejar. ¿No os parece estúpida una profesión que sólo se dedica a reflejar? Unos utilizan espejos convexos y otros cóncavos, y ambos distorsionan. Lo vuestro no es reflejar, mis queridos alumnos. Lo vuestro es sentir directamente la verdad. Es experimentar la verdad en vosotros. Vuestra fuente no es la literatura, sino el mundo, el universo. Debéis beber en las fuentes, nunca en los reflejos de unos libros proyectados sobre otros libros provenientes de otros libros.

¡Abandonad las sombras chinescas, mis amados alumnos! Ese contenedor de detritus al que llaman literatura. La literatura no existe. La literatura es la red para acallar la verdad. La literatura es un castillo de fuegos artificiales.

No leáis. Escuchad a los hombres. No declaméis ni versifiquéis, sino amad a los hombres. Vivid, gozad y padeced con los hombres. Buscad a los hombres más bajos, que son siempre los hombres más veraces. No viváis en palacios, sino en chozas, más cercanas a la verdad. Vivid, comed, mascad, absorbed la verdad. Y si alguna vez sentís la necesidad de decir algo, que sea alimento para vosotros.

Sabéis muy bien que se aprende enseñando. Enseñad sólo para aprender. No escribáis jamás una línea que no sea vital para vosotros. Y por cuanto la verdad es siempre la verdad, no os preocupéis si lo que escribís se destruye. Pues lo importante no es la verdad nombrada, sino la verdad vivida. Que la verdad se haga carne de vuestra carne, mente de vuestra mente.

Mis amados alumnos, pasad de largo ante aquellos que mendigan la lectura de sus páginas. Están sedientos de reconocimiento. Buscan en los demás lo que no han encontrado en sí mismos. Se quejan y se lamentan de que nadie los lee, ¿pero quién habría de leerlos si las verdades que nombran son sólo palabras? Hablan de independencia y se mueren por el elogio. Se creen libres, pero están uncidos a la opinión ajena. Juntan palabras, pero sólo ven espejismos. Romperlos les aterroriza. Por eso hablan de literatura, no de verdad. Y desdeñan a quienes buscan la verdad. Se vanaglorian de sus lecturas mientras están cerrados al descubrimiento.

La literatura no existe. No busquéis refugio en ella. Vuestra misión es ver la verdad más allá de los engaños, de las apariencias, de los disfraces. Más allá de las palabras. Leed sólo aquello que lleve el sonido de la verdad. Todo lo demás, buscadlo en el mundo, en vuestros hermanos. ¡No busquéis nunca en lo libros! Si no buscáis, encontraréis.

La literatura no existe. No os reunáis con literatos. No busquéis el reflejo del reflejo del reflejo. No plasméis vuestros hallazgos a no ser que necesitéis iluminaros con ellos. No los publiquéis, a no ser que pudierais hacerlos pedazos con indiferencia. Tirad vuestros escritos al desierto, pues no escribís para ser leídos, sino para que la sabiduría se exprese a sí misma. Vosotros no escribís para los lectores, sino para un solo lector, un lector que llegará no se sabe cuándo ni cómo; o tal vez sólo escribís para vosotros mismos.

Alumnos queridos, en esta lección, os lo repito: la literatura no existe. No caigáis en sus trampas. Buscad la verdad. Y la verdad os buscará a vosotros.

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