martes, 22 de junio de 2010

EQUINOCCIO DE ESPAÑA


EQUINOCCIO DE ESPAÑA

Ayer fue el solsticio de verano, el día más largo del año, uno de los más hermosos en Granada. Ahora iremos en descenso progresivo hasta tener casi ocho horas menos de luz. Pasa lo mismo con España. Llegamos a un máximo, y ahora todo serán reducciones. “Hoy ganarás menos que ayer, pero más que mañana”.

Otros países europeos están saliendo de la crisis de manera diferente, pero cuando todo se hincha hasta la extenuación, en algún momento tiene que estallar. No es que los sueldos estuvieran inflados. Al menos los de los funcionarios y pensionistas. Es que el país estaba inflado. Inflado por este hombre vacuo, ambicioso y sin norte que es Zapatero. Y el globo siempre se pincha por la parte más débil.

Todo se irá reduciendo ahora, como los días. Disfrazada bajo el manto de la crisis, nunca se ha lanzado una ofensiva más brutal contra los españoles. Cuando en un país ocurren cosas de este jaez, es que los gobernantes han subyugado al pueblo. Lo desdeñan. Lo extorsionan.

Los españoles de a pie han sido generalmente explotados por sus políticos, pero esto no ha sido nunca tan claro como ahora. Zapatero ha tenido que quitarse la máscara. Lo extraño es que la mayoría calla. Está resignada a su destino. Tiene pavor de que las cosas sean aún peores.

El pueblo español es un pueblo aterrado y sumiso. Aquí, los demócratas, los librepensadores, no han tenido nada que hacer. Los dictatorzuelos han campado por sus respetos. España está llena de dictatorzuelos, de mixtificadores, de engañabobos, de comisarios políticos, de acusicas, de fundamentalistas de San Correcto. Cuanto más malvado el gobernante, más respeto del pueblo. Cuando más tonto o más retrasado, más veneración.

Zapatero es una mezcla de ambas cosas. Por eso ha podido hacer lo que ha hecho: una infausta política con la que ha despedazado el país, dejado inerme a la mitad de la población, dilapidado los recursos y devorado los ingresos. Con Zapatero, los días han comenzado a acortarse drásticamente, y las sombras se adivinan más cercanas que nunca. Como todos los gobernantes impopulares, él y sus adláteres han echado mano de la Historia que, según ellos, será la que los juzgue en toda su grandeza. Pero la Historia será con ellos tan inmisericorde como lo ha sido con los pelagatos de otros tiempos.

Zapatero no es el solsticio de verano. Zapatero es el más negro equinoccio de invierno. Es el día más corto, más frío del año. Con Zapatero, habrá que preparar las mantas, el brasero de picón, el pan y la cebolla. La memoria histórica de Zapatero es real. La posguerra se nos echa de nuevo encima, con sus injusticias y, sobre todo, con su pobreza y con su miedo. Allá donde Zapatero pisa, el sol comienza a ocultarse.

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes 22 de junio de 2010

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