jueves, 4 de noviembre de 2010

LA MALDICIÓN ROTA

Matisse, "Flores de cuco, tapiz azul y rosa" (1911)

La maldición rota

No fue la Alhambra lo que más sorprendió a Matisse cuando estuvo en Granada en 1910. Cierto, le pareció bella, hermosa, la plasmó en dibujos y palabras. Pero lo que le impactó fue la granada. Esa granada que aparece en platos, fuentes y jarrones de la cerámica popular. La misma granada que se le reveló en un tapiz de la Alpujarra. Fue esa granada la que transformó su arte. No la Alhambra, no el orientalismo decimonónico, sino la granada.
Cuando Matisse llega a la ciudad de la Colina Roja, lo oriental estaba ya pasado de moda. Era un tema manido. Interesaba más la geometría. Fue observar aquellas granadas en mantones y cerámicas, y tener una iluminación. Buscaba una simplificación idéntica. La realidad hecha esquema.
Un tapiz de la Alpujarra, un humilde florero granadino, se erigieron en sus mentores. El artista los amó tanto, que la tela alpujarreña lo acompañó durante años como una novia fiel. No es gratuita la foto en que posa junto a su mujer con el tapiz al fondo. Qué sugerentes esas granadas. Qué emoción verlas queridas por un artista mágico y osado. Un artista que las pintaría una y otra vez, obsesionado por su belleza. Y así puso el tapiz alpujarreño como fondo del cuadro que pintó junto a Francisco Iturrino. Y también lo utilizó en su “Estudio en rosa”, con la tela desplegada, en primer plano, sobre un biombo. Y en “Flores de cuco, tapiz azul y rosa”, extendida sobre una mesa. Y sobre ella, ¡un florero granadino! Un florero enramado de azules granadas. ¡Qué pasión por la fruta nazarí en esta obra vendida hace un año por la cifra récord de 32 millones de euros!
Hay tesoros con nosotros, ocultos, ignorados, esperando que venga un Matisse a rescatarlos. Lo tenemos todo, pero no tenemos ojos para verlo. El provincianismo no es ausencia de maravillas, sino falta de visión para atisbarlas.
Mª del Mar Villafranca ha tenido ojos para ver y ha montado una exposición irresistible y estimulante. Ahora podemos ver Granada a través de los ojos de un genio. Y la Granada que vemos no es la grandiosa ni la musulmana, sino la Granada pequeña, la de los telares alpujarreños, la de los jarrones de la Romanilla, la de las fuentes de cuajada.
Hay muchas cosas extraordinarias pero todas están aquí. Mientras los políticos buscan la cultura en lo sonado y magnificente, el genio la busca en lo escondido y sutil. Mª del Mar Villafranca ha sido sutil montando una exposición de una volátil firma. No hay nada tan potente como las ideas. Y cualquier idea aliada a la Alhambra puede materializarse como los palacios de la nada. Mª del Mar ha roto la maldición. Ojalá tanta belleza no nos ciegue. ¡Que nuestros ojos vean como los ojos de Matisse!

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