miércoles, 10 de octubre de 2012

EL CIRCO


«¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a Cervantes por convertir a uno de ellos en loco!»
 
Cartel de "Manicomio, circo de los horrores"
Manifestación de Agrafem en Granada el 5 de octubre de 2012 en contra de "Manicomio, circo de los horrores" (web Agrafem)
El circo
 
Es una maravilla de fantasía, truculencia, humor y pericia circense este “Manicomio, circo de los horrores” que se da en Granada hasta el 12 y que ya ha recorrido media España. Asistí movido por el pronunciamiento en contra que presencié el viernes en la Carrera: miembros de la Asociación Granadina de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Agrafem) se oponían a la representación esgrimiendo motivos tan demagógicos como “las enfermedades mentales no son un circo”. Terrible esta falta de humor que, a la larga, sólo conduce a la verdadera locura.

¿No entienden que el circo es una metáfora de la vida? ¿Y que todo, por tanto, cabe en el circo? Al creer que la pista es sinónimo de vejación, ¿no podría la Asociación misma ser denunciada por los titiriteros? Actuar bajo la lona es ser ennoblecido. Por eso, Ramón Gómez de la Serna dio una conferencia montado en un trapecio. Cuando llamaron “payaso” a Dalí, lo tomó como un elogio, corrió a una tienda de disfraces y se vistió de clown, alegando que “era más difícil actuar como payaso que ser pintor”. Y si no, que se lo digan a Popov, que expresó en la carpa toda la gama de las emociones. Yo prometo presentar mi próxima obra en un circo, porque prefiero los payasos, las lentejuelas, los gráciles voladores del trapecio, el olor a cuadra y los rugidos de los leones, a las cansinas y domesticadas intervenciones de algunos literatos.

            Cuando leí las pancartas indignadas de esta asociación, llegué a pensar que era un montaje del circo. “Seguro que en cada ciudad ponen a un grupo para promocionar la función”, me dije. Pero cuando comprobé que la asociación existía realmente, no pude salir de mi estupor. “¿No se dan cuenta de que logran el efecto contrario?”. ¡Ni pagada existe una mejor campaña!

            Menos mal que hay libertad de expresión, porque los objetivos de estas asociaciones son el lápiz rojo y las equis. ¡Pues no pretenden que el espectáculo cambie de contenido! ¡Nada menos! Acatando sus admoniciones, no podríamos hablar de nada, como ya señaló Andrés Cárdenas en una clarividente columna. No se podrían escribir novelas. No se podrían hacer películas. Cualquier profesión o enfermedad o situación serían vistas como insulto por quienes se hallan en contextos semejantes. ¡Pena que hace siglos los hidalgos no denunciaran a Cervantes por convertir a uno de ellos en loco! ¿O tal vez el “Quijote” debería hoy eliminarse de la historia de la literatura?

            Pero el destino no se deja amilanar y hace salir siempre el tiro por la culata. Ante los censores, la gente siente el deseo de refocilarse en lo prohibido, respondiendo así a un innato instinto de libertad. Por muchas obras de arte que echen a la hoguera, el fracaso aguarda a los Savonarolas. Ninguna doctrina logra transformar el circo de la existencia en un piadoso internado.
 
GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 9 de octubre, 2012



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