miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL EDICTO DE LA ALHAMBRA

«Si la diáspora se ordenó en Granada, es de justicia que el retorno se proclame en Granada»

 
Gregorio Morales con la poeta safardí residente en Israel Margalit Matitiahu, a la que va dedicado el presente artículo, en un acto celebrado en marzo de 2011

El edicto de la Alhambra

A Margalit Matitiahu

Esta agridulce vida política que padecemos trae a veces inesperados regalos, como el que los sefarditas, descendientes de los judíos ibéricos expulsados en 1492, vayan a poder obtener automáticamente la nacionalidad española. A estas alturas, es un símbolo, pero los símbolos son muy poderosos, y a mí me llena de emoción. Es como si el sufrimiento de tantas y tantas generaciones crecidas fuera de su patria pero fieles a ella y a su lengua, fuera mío. Esta injusticia ha sido en mí una congoja permanente, por lo que ahora noto una exultante liberación.
            Mientras algunas formaciones políticas abogan por sajar a su región de España, una parte del mundo aboga por unirse a ella. Mientras el país sutura por numerosas heridas, antiguas heridas quedan restañadas. Mientras el español se ningunea en determinadas regiones, nos llega de fuera un español singular, rico y sonoro.
            ¡Pero sería más bello aún si el decreto que lo hará posible se aprobase en Granada! Porque fue en Granada, el 31 de marzo de 1492, tres meses después de la Toma, donde otro decreto, conocido como el Edicto de la Alhambra, expulsó a los judíos de la Península. Si la diáspora se ordenó en Granada, es de justicia que el retorno se proclame en Granada.
Los partidos políticos locales deberían pedirlo unánimemente al Gobierno. Si los símbolos son poderosos, este símbolo multiplicaría su fuerza proyectado desde la ciudad de la Alhambra. Dicen que la mancha de mora con otra verde se quita. La unión del nombre de Granada al triste edicto de expulsión seria conjurada convirtiéndola en incondicional anfitriona del regreso. En Granada, por tanto, debería tener lugar el Consejo de Ministros donde se apruebe el preceptivo Real Decreto. El Gobierno debe ser sensible a la Historia, y posibilitar que cualquier ciudad patria pueda convertirse, aunque sea por unas horas, en la capital de España. En este caso, en capital de las Españas, porque los judíos sefarditas se reparten por todo el mundo.
            Ayuntamiento, Diputación y Junta deben hacer una petición expresa en este sentido. El fin de la amputación y el acogimiento de los hijos pródigos sólo puede saldarse al pie del palacio rojo. Del Edicto de la Alhambra al Real Decreto de la Alhambra. La historia es una larga cinta, que puede ceder, estirarse, contraerse, pero que siempre vuelve a su tamaño original.
Cuando España ha estado en un tris de hacerse añicos, miles de españoles foráneos vienen con balsámica goma a unirla, sin odio, con el amor que nunca dejaron de tener. ¡Qué admirable ejemplo de persistencia y fidelidad! No somos nosotros quienes les tendemos la mano, sino ellos a nosotros. La otrora ingrata España recibe la gratitud de sus lázaros. Allá donde se forjó la impostura, se forja la reparación. El círculo se completa. ¡Perfecto símbolo!

GREGORIO MORALES
Diario IDEAL, martes, 27 de noviembre, 2012 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta este texto