domingo, 14 de abril de 2013

EL LOBO LITERARIO

«Las garras de Enrique Martín Pardo son las plumas que escriben derecho lo que está torcido»

"¡Qué viene el lobo!", de Enrique Martín Pardo (editorial Alhulia, 2012)

El lobo literario

Enrique Martín Pardo ha titulado su último libro -un volumen de breves obras teatrales-, “¡Que viene el lobo!” (editorial Alhulia), aunque en realidad el lobo no es ese tiránico chico joven cuyo retorno del botellón esperan los padres con angustia y que da título al libro, sino el propio autor, pues con afilados, incisivos, corrosivos caninos, le da dentelladas a la realidad que nos rodea.
Así que Enrique Martín Pardo es el lobo que descubre nuestros vicios, nuestras miserias, la incultura, la indolencia y el pensamiento trillado. ¡Terrible por tanto que sus dramas nos toquen tan de cerca, suenen a presenciados, a déjà vus! Y es que este lobo ha hundido sus fauces en la España profunda, y por ello desfilan ante nosotros el adolescente mimado, el amigo envidioso y vengativo, el constructor sin escrúpulos, la mujer ignorada, la secretaria seducida, la hija ingrata, las viudas hipócritas, la dependienta burlada, los ancianos asilados y los enfermos de la sanidad pública.
Todo un friso, un holograma de la España contemporánea que nos muestra que, pese a las apariencias, el país no se ha movido y sigue siendo un lugar chusco, falto de cultura y de tradición democrática. Ante este lobo que avanza entre los espejismos, las patrañas de cuarenta años caen hechas añicos. ¡Somos los que siempre fuimos! Y esto nunca se ve mejor que contemplando al pueblo. Si el pueblo es el que fue, si una conversación de hoy podría extrapolarse a otra de hace 60 años, si los intereses, los odios y los rencores siguen siendo los mismos, es que el país no se ha movido un ápice.
Sólo un aguerrido lobo podría rastrear este ajado tufo a franquismo sociológico, porque hay que ser muy valiente para saber mirar, y todavía más valiente para plasmar lo que se ve. Martín Pardo tiene un olfato canino para llegar a situaciones reales y mostrárnoslas de forma descarnada, sin paliarlas, sin edulcorarlas, sino con la astucia de una fiera que responde a la milenaria llamada de la literatura, un lobo tan estepario como el de Hesse, porque hay que instalarse en la soledad para mostrar sin ambages el mundo que nos circunda.
Enrique Martín Pardo siente un placer especial en devorar a sus presas. Lo hace lenta, morosamente, regocijándose en las dentelladas, abriéndolas poco a poco en canal para que sus entrañas queden visibles. Entre los miasmas que se liberan, está el machismo omnipresente de la sociedad española, un machismo sustentado tanto por hombres como por mujeres, y aquí está la despiadada audacia, en desvelar el último, pues el primero es sobradamente conocido, pero el segundo es como si no existiera. ¡Y el lobo nos dice que sí, que existe, y que es tan potente y tan general como el otro!
Terrible sociedad donde los sentimientos son sólo una apariencia, el honor cuestión de disfraz, la hombría cuestión de sexo, la feminidad cuestión de uso, y el valor cuestión de chulería. Martín Pardo cumple así la labor del escritor, que es hacer de espejo para que veamos lo que no queremos ver; no para que el espejo mágico nos diga que somos los más bellos, sino para que muestre nuestras llagas, y es en ellas donde hunde su fiero y diestro hocico, y donde pone las garras que son las plumas que escriben derecho lo que está torcido.
Un libro que, además de representarse, debería ponerse como manual en los departamentos de sociología, en las redacciones de los diarios y hasta en las sedes de los partidos. Como siempre ocurre, este lobo de palabras ha venido cuando todos estaban descuidados. La buena literatura siempre avisa. Y Enrique Martín Pardo avisa clamorosamente: “¡Que viene el lobo!”. ¿Será escuchado?

GREGORIO MORALES

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