martes, 24 de marzo de 2015

LA SACARINA ENGORDA

«¿Por qué privarme del maravilloso par de cucharaditas de azúcar en el oloroso café matinal?» 

¿Quién nos iba a decir que una acción tan inocente como verter sacarina en nuestro café diario podía estar relacionada con la obesidad y la diabetes?
Foto: Libertad Digital

La sacarina engorda 

Resulta ahora que la sacarina no adelgaza, ¡sino que engorda y puede hasta producir diabetes! Lo dice claramente el último número del Scientif American (abril, 2015) con este nada ambiguo titular: “Los edulcorantes artificiales se cobran su parte en los intestinos” (“Artificial Sweeteners Get a Gut Check”). Incluso ha comenzado a considerárseles uno de los principales responsables de la epidemia de obesidad. Sin ir más lejos, uno de los investigadores del estudio, Eran Segal, ha sustituido los comprimidos de sacarina de su café matutino por el par de tradicionales cucharaditas de azúcar.
Qin Shi Huang, primer emperador de China, estaba obsesionado con prolongar su vida y tomaba diariamente una poción que contenía mercurio, lo que malogró su salud y aceleró su muerte. El pobre creía tanto en el bebedizo que, aun en sus últimos momentos, débil, achacoso, moribundo, no dejó de tomarlo, conservando ingenuamente la esperanza de que le devolviera la salud. ¡Lo que creía una medicina prodigiosa era un veneno en realidad!
Desde nuestra perspectiva actual, podemos mirar su proceder con indulgencia y superioridad, sin apercibirnos de que ¡estamos obrando de manera idéntica! Hace unos días nos avisaban de los peligros del ibuprofeno y del paracetamol, que producen problemas gástricos, renales y hasta derrames de sangre en forma de ictus y trombosis. No, no hay medicina, remedio o alimento milagroso que no tenga sus efectos colaterales, su lado de sombra, de modo que, al mismo tiempo que sana algo, enferma algo.
¡Tener ojos para ver! ¿Cómo es posible que el azúcar engorde menos que la sacarina? ¿Luego quienes la hemos repelido estábamos equivocados? Según explica el artículo, la sacarina y otros edulcorantes como el aspartamo y la sucralosa estimulan la flora intestinal que convierte los alimentos en grasa, en detrimento de las bacterias que la transforman en energía. De pronto resulta que nuestro café con sacarina, las bebidas lights, los yogures edulcorados, los dulces para diabéticos... son precisamente los que producen obesidad ¡y diabetes! No somos diferentes de Qin Shi Huang. Todos buscamos ser más saludables y vivir más. ¡Y acabamos haciendo lo contrario!
La flora intestinal está en su 90% formada por dos tipos de bacterias: las bacteroidetes, que transforman los alimentos en energía, y las firmicutes, que transforman los alimentos en grasa. Pues bien, la ingesta de sacarina reduce las primeras hasta un 50% e incrementa las segundas en la misma proporción. Encima, inhibe la producción de leptina, la hormona de la saciedad, fomentando el hambre permanente y la consecuente alimentación desordenada y excesiva.
Como hasta el momento el estudio se ha hecho principalmente en ratones, los científicos indican que aún es pronto para extenderlo sin más a los humanos, pero de lo que no tienen duda es de que la sacarina desnivela la flora intestinal en sentido negativo. Como afirma tajantemente Eran Segal: «Las evidencias son abrumadoras». Tanto que lo que hoy es un artículo en una prestigiosa revista, se hará pronto noticia general. ¡A no ser que los lobbies de la industria muevan sus arteros tentáculos!
¿Cuántas otras grageas, alimentos probióticos, naturistas, homeopáticos, no tendrán efectos nocivos? «En mi hambre mando yo», decían con orgullo los antiguos honrados. «¡En mi salud mando yo!», digo. ¡Así que fuera atajos y sucedáneos! Haré como Segal: ¿Por qué privarme del maravilloso par de cucharaditas de azúcar en el oloroso café matinal?

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 24 de marzo, 2015

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