martes, 28 de abril de 2015

EL ABRAZO DE GRANADA

«¡Tanto investigar en el acelerador de partículas de Ginebra y tenemos en Granada, viva y coleando, la realidad que persiguen sus experimentos!» 

José Luis Rodríguez Zapatero y José Torres Hurtado emulan el mítico abrazo de Vergara, aunque no para conseguir la paz, sino para producir el mayor agujero negro que hayan visto los siglos

El abrazo de Granada 

Zapatero y Torres Hurtado deberían darse hoy un abrazo, un gran abrazo, un abrazo cósmico. Es una oportunidad providencial, dado que el primero viene a inaugurar en la Euroárabe la cátedra de Estudios de Civilización Islámica. El peor presidente de la Democracia, aunado al peor alcalde de Granada. El primero, hundió un país; el segundo, una ciudad. Zapatero miraba a las nubes mientras el país se iba al precipicio; Hurtado mira con delectación al precipicio mientras lleva a Granada a las nubes. Zapatero elegía a sus ministros por el look, la edad y el sexo, como si se tratara del rodaje de una película; Hurtado elige a sus concejales por fidelidad a sus estentóreos caprichos y a su victimismo para con los rivales. ¡A ambos les importan poco los gobernados!
Zapatero hacía su gran obra políticamente correcta y lo demás se la traía al pairo; a Hurtado, todo se la trae al pairo salvo vaciar las arcas para jugar a la LAC, presentar premios en Nueva York, arreglar lo que ya estaba arreglado, pagar asesores y cuadros del PP y poner empresas municipales como Emasagra en manos de socios que desangran a los granadinos. Zapatero era un místico que llegó a compararse con Obama y quería llevar una cruzada beata al mundo, para lo que acuñó su portentosa “alianza de civilizaciones”; Hurtado es un savonarola que cree que todas las civilizaciones se alían contra él, por lo que allá donde ve un rasgo de progreso, de avance, de bienestar, se opone furibundamente. A Zapatero, lo orlaba un aura inmarcesible; A Hurtado, imperial. Zapatero estaría mejor en el Vaticano ejerciendo de Papa y abogando por el credo de San Correcto; Hurtado, en una cueva como hechicero de una tribu troglodita ocupado en señalar a los enemigos que echan mal de ojo.
Zapatero y Hurtado refulgen como estrellas, cada una con sus satélites que los alaban, loan, predican sus cualidades y erigen monumentos. ¡Que se abracen! Y que, de este modo, hagan Historia. ¡Y que palidezca el abrazo que se dieron en Vergara el general isabelino Espartero y el carlista Maroto!
Granada es hoy la ciudad más feliz del planeta. ¡Qué oportunidad contra la inercia! Si Zapatero y Hurtado han logrado solos lo que han logrado, ¿qué no podrán hacer juntos? Aislados son como soles que achicharran, pero abrazados, un abismal agujero negro que lo devorará todo. Hoy tenemos la oportunidad de horadar el horizonte de sucesos y saber lo que hay al otro lado. Seguro que los astrofísicos desean presenciar este cataclismo planetario. ¡Tanto investigar en el acelerador de partículas de Ginebra y tenemos en Granada, viva y coleando, la realidad que persiguen sus experimentos!
A ver si al menos queda en pie la cátedra de Estudios de Civilización Islámica. Se lo merece. Es una iniciativa loable. Es la civilización, enemiga directa de los imbuidos. ¿Por qué se les habrá ocurrido entonces nombrar maestro de ceremonias a uno de ellos? La “alianza de civilizaciones” zapateril –como el odio hurtadino a la civilización–, tiene más que ver con el pensamiento único, contumaz, ensimismado, que con el contraste de pareceres. Pido a los dioses que la Euroárabe no haya remitido también invitación a Hurtado, porque entonces… ¡los siglos no verán una ocasión más alta! ¡Que se abracen! ¡Que se abracen! ¡Que se abracen!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 28 de abril, 2015

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