martes, 24 de febrero de 2015

LOS MONJES BUDISTAS

«Yo convocaría en un estadio una reunión de políticos corruptos y les haría escuchar a estos monjes» 

Algunos de los monjes budistas del monasterio de Ganden Ngari con sus anfitrionas de Montefrío (Granada)
Foto: IDEAL

Los monjes budistas 

Los monjes tibetanos del monasterio de Ganden Ngari, en la India, han venido a Montefrío a hablar de amor y desapego en un momento en que tanto necesitamos ambos. ¡Hurra por los vecinos que lo han hecho posible!
Yo habría aprovechado la visita para conducirlos también a otros sitios. Los habría llevado ante los sacerdotes acusados de pedofilia, esos farsantes que predican una cosa y hacen otra, que hablan de amor y lastran con el desamor, que exaltan la pobreza y atesoran propiedades, que ensalzan la humildad y esgrimen soberbia, que dicen plegarse a la voluntad de Dios... ¡pero ay de quien tuerza su voluntad! Son estos clérigos adulterados los que han llevado a muchos hacia monjes como los que han venido a Montefrío, cuya esencia es tan parecida al cristianismo primigenio...
Yo convocaría en un estadio una reunión de políticos corruptos y les haría escuchar a los monjes. ¿Qué codicia les llevó a robar al pueblo? ¿No tenían suficiente con sus sueldos, dietas y privilegios? ¿Cuándo y por qué comenzaron a sisar y a atesorar? ¿Qué miedo, qué avidez les llevó a ello? Si me dieran a elegir entre un Pujol inquieto, acojonado por su fortuna, amargado por la reputación perdida, y no tener nada ¡elegiría mil veces lo segundo! ¿Merece la pena una riqueza a costa de la intranquilidad? Lo que Pujol y otros han robado, se cobra su parte en salud. ¡Y la salud vale más millones que todos los millones suizos! El dinero amasado ilegalmente, que creyeron sostén para los malos tiempos, es ahora un fardo que los aplasta. ¡Cuánto más les valdría no tener nada!
Libera el ejemplo de estos monjes recorriendo el mundo para reunir la ridícula cantidad, si la comparamos con lo afanado por otros, de 318.000 euros, con el objetivo de construir una escuela... ¡A ellos debería haberles donado su dinero la boticaria de Órgiva, en lugar de dilapidarlo con los Romanones! ¿Qué cantidad se recaudaría en Montefrío? Sin duda una suma modesta, pero inmensa para el corazón de estos monjes que, además, transmitieron su mensaje de desapego y amor.
Yo los llevaría ante Bárcenas, ese matón de barrio disfrazado de ejecutivo, gallito de pelea que amenaza con morir matando, pero que sólo es el ladrido de un perro poco mordedor, porque lo que busca es ser salvado perpetrando nuevas injusticias... ¿Qué pensará Bárcenas del desapego? ¿De qué le sirve su inmensa y escondida fortuna tras el abismo en que ha caído? Los monjes budistas lo verían con compasión, aunque no podrían evitar representárselo como los ricos pompeyanos cuyos cadáveres fueron encontrados aferrados a sus monedas... ¡En lugar de prepararse para la muerte próxima, se abrazaron a su Dios de metal! Ya lo dijo otro “budista”: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Cielo».
Lástima que la tournée de los monjes haya sido tan breve. Alguien debería contratarlos para visitar desde las más altas instituciones del Estado a las más bajas, desde los pomposos organismos hasta el pequeño ayuntamiento, desde los palacios a las cárceles, porque su mensaje es perentoriamente necesario.  Se trata de la felicidad, ¿acaso tenemos otro objetivo? ¡Y cuántas cosas “civilizadas” no lastran la felicidad! Alegría que, en Montefrío, una chispa haya iluminado las tinieblas. ¡Aunque sea por unos segundos!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 24 de febrero, 2015

martes, 17 de febrero de 2015

REAL CHAPUZA DE LA LENGUA

«Las nuevas normas ortográficas de la RAEL son una chapuza» 

Edición de las normas ortográficas (2010) de la Real Academia Española de la Lengua 

Real Chapuza de la Lengua 

Muchos consideran un avance las nuevas normas ortográficas (2010) de la Dictadura Española de la Lengua, a la que otros llaman Real Academia, pero no cabe duda de que representan un desastre y son la prueba de la visión defectuosa de los académicos que las han hecho posible. Alguien diría: «¡Pero si introducen sensatez!». Pues bien, resulta al revés: lo que introducen es contradicción.
Veamos: si no distinguimos entre «sólo» adverbio y «solo» adjetivo, sino que en ambos casos debemos escribir «solo», ¿por qué no ocurre lo mismo con «como» comparación/verbo y «cómo» interrogación, «que» completivo-relativo y «qué» interrogativo; «mi» posesivo y «mí» personal; «aun» concesivo y «aún» temporal; «el» artículo y «él» pronombre; «se» reflexivo y «sé» verbo; «te» pronombre y «té» sustantivo; «tu» posesivo y «tú» pronombre; «si» condicional y «sí» afirmación-pronombre; «cuanto» relativo y «cuánto” interrogativo;  «mas» conjunción y «más» adverbio; y demás palabras en las condiciones del «solo/sólo» abatido?
No se trata, pues, del rapto de una tilde, como los simplistas hacen creer, sino de que la Lengua es un sistema tan ajustado como un mecanismo de relojería y, si cambiamos aunque sea algo ínfimo, cambia el todo. ¿Por qué las normas no han sido coherentes y han extendido la reforma del «solo/sólo» a los casos similares? Porque se trata de una chapuza.
Como súbdito de la Dictadura de la Lengua, yo comencé acatando las nuevas normas ortográficas… ¡hasta que reparé en que, si era consecuente, debía eliminar muchísimas otras tildes que cumplían características idénticas a las ajusticiadas! Fue entonces cuando decidí dar marcha atrás. Por eso escribo como escribo, distinguiendo el «solo» del «sólo» o el «este» del «éste», aunque los dictadores y su policía me incoen juicio sumarísimo.
Siendo congruentes con las normas, deberíamos escribir lo siguiente así:
«Para mi aun es noche, pero te pongo te. ¿Como cuanto quieres? Si, solo tómatelo. ¿Por que te tomamos? Yo no lo se. ¿Mas como lo sabes tu, el mas lo sabe?».
¡Claro, no se han atrevido! Han discriminado al pobrecito «solo» y algunas palabras más. ¡Es que las dictaduras tienen sus obsesiones y arbitrariedades!
La endogámica universidad española ha dado catedráticos mediocres que han devenido académicos mediocres que han elaborado normas mediocres. ¡Menos mal que otras lenguas mantienen la sensatez! Lo que no entienden estos precarios letrados es que la lengua oral y la lengua escrita son dos sistemas diferentes, cada uno con su tradición y sus normas propias. ¡No, creen que la lengua escrita debe ser una mera representación de la oral! Si así fuese, en el francés escrito debería haber una revolución ¡y no digamos en el inglés! Dos lenguas que se pronuncian de una forma y se escriben de otra. Es lo que, sin ir más lejos le ocurre a un andaluz, que escribe diferente de como pronuncia. ¿Cambiaremos por ello la ortografía?
El mérito de la lengua escrita, su virtud, es que, mientras el habla evoluciona, la escritura permanece, de modo que no hay diferencia ortográfica entre un texto del Time de hoy y una página de Dickens. ¡En España, no, aquí «limpiamos, fijamos y damos esplendor» continuamente! De un palustrazo, y por el capricho de un edicto, rancios eruditos enrancian cuanto tocan y vuelven obsoleta la ortografía española anterior a 2010. Y encima hacen la presente asimétrica. ¡Seguro que Mas (¡que pasa de la tilde!) está infiltrado en la RAEL!

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 17 de febrero, 2015

martes, 10 de febrero de 2015

«EL CATALÁN»

«El dinero no se come» 

José Miguel de la Torre González, "el Catalán", frente al hotel Catalonia Puerta del Sol, en la calle Atocha de Madrid
Foto: Lo Real Invisible 

«El catalán» 

«El dinero no se come –argumenta José Miguel–. Debe volver a la tierra». Y ni corto ni perezoso ha puesto en práctica lo que piensa: cuanto gana en Sabadell lo invierte… en Moraleda de Zafayona, donde ha adquirido unos terrenos frente a Burriancas en los que cultiva olivos y almendros ecológicos. «¡Con el campo baldío que hay en Andalucía! –expresa con ojos codiciosos–. ¡Lo que podría producir!».
            José Miguel de la Torre González, alias «el Catalán» en la zona de Alhama de Granada, no es un potentado de Sabadell, sino un humilde celador en un hospital de atención primaria, pese a lo cual trasvasa cuanto dinero pulula por sus manos de Cataluña a Andalucía. «¿Te imaginas si todos hicieran lo mismo? –me impreca optimista y reivindicativo–. ¡Andalucía sería otra! ¡Es que estamos subdesarrollados por indolencia!».
            No usa mal el plural, porque José Miguel nació en Granada, aunque su familia emigró cuando era niño a Barcelona, donde su padre ejerció varios oficios, entre ellos el de taxista. De Cataluña ha mamado su espíritu emprendedor, su afán de invertir en lo que ama, de cumplir sus sueños; de Andalucía, la pasión por la tierra.
Hay que escucharlo hablar de sus terrenos: es la fuerza misma de la naturaleza. Es un campesino de Graná con alma catalana, un hombre del pueblo con seny, un práctico y sabio Sancho Panza del siglo XXI. Todo en él nos recuerda al fiel compañero de don Quijote, su cuerpo bajo, ancho y pétreo; su rostro rústico, observador, amable y campechano que trasluce la habilidad de no ser pillado in franganti, sino de conducirte sibilinamente a su propio terreno.
            «El Catalán» no sólo invierte en sus tierras hasta el último céntimo de lo que gana en Sabadell, sino que también les entrega su tiempo, ¡todo su tiempo!, como estas vacaciones de febrero, que dedica a recoger la aceituna.
            «El Catalán» tiene sus quejas. «¡Es que esto no es Cataluña! ¡Faltan medios, faltan inversores!». Cerca de sus predios no hay ninguna almazara ecológica. La única existente está lejos y existe el peligro de que la aceituna se estropee. Así que se ve obligado a llevarla a un molino convencional, «el de Torrente», convirtiendo su aceite ecológico en aceite normal y perdiendo de este modo valor. «¿Cómo es posible –arguye– que la Junta de Andalucía promueva el cultivo ecológico y no lo apoye con hechos?». Denuncia el furtivimo de la zona y los pocos medios con que cuenta la Guardia Civil, todo lo cual actúa en detrimento «de los cazadores legítimos». Y se queja amargamente de lo poco que respetan su propiedad cuando está ausente, y me da nombres y apellidos de quienes impunemente la allanan y hasta le hurtan los frutos. «¡El caciquismo sigue existiendo y protege a los intrusos!».
            A mí, «el Catalán» me ha llamado la atención porque, en el congreso político donde me encuentro, en Madrid, rodeado de activistas e intelectuales, su figura no cuadra, descuella rebelde, pugnaz, estentórea. «¡Este hombre tiene personalidad!», pienso. Cuando hablo con él, me encandila su pasión. «¡He venido en tren y me  marcho a Granada esta misma tarde!». Me lo imagino portando camillas en Sabadell con el alma puesta en Moraleda de Zafayona. «El catalán» es un alquimista al revés: transmuta el oro… ¡en materia orgánica! «¡Porque el dinero no se come, Gregorio!».

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 10 de febrero, 2015

martes, 3 de febrero de 2015

LO INSONDABLE

«No hay fascinación mayor que penetrar lo insondable» 

El buque Hespérides desde el que científicos liderados por la Universidad de Granada han sondeado mares y océanos
Foto: CSIC 

Lo insondable

¿Y si la Tierra estuviera viva? Las recientes investigaciones de la Universidad de Granada, capitaneadas por Teresa S. Catalá, son escalofriantes: gracias a la bomba microbiana de carbono del fondo de los mares, se mitiga el efecto invernadero. Es como si la Tierra fuese un ser inteligente, como si ajustara aquí lo que desajustamos allá, como si todas sus partes estuvieran ensambladas y constituyeran un complejo organismo. Así lo han pensado las sabidurías primitivas. Así lo piensa el presidente de Bolivia, Evo Morales, que reconoce a la Tierra como un sistema viviente con derechos, de ahí que haya impulsado la singular Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra.
Sorprendente que cada vez más los estudios científicos vengan a dar la razón a lo que se consideraban pretéritos mitos. Cuanto más escarbamos, más profundo se muestra el misterio. Los misterios revelados conducen a nuevos misterios y, en el camino, se rompe el paradigma mecanicista admitido. ¡Hay algo más! Salvo que antes la oposición al simplismo venía de los visionarios, de los poetas, de los sacerdotes, pero ahora viene de los científicos, como esta expedición Malaspina a bordo del buque Hespérides, que ha sondeado en todos los mares y océanos.
Otros trataron de sondear la psique, como Freud y Jung, y descubrieron nuevos abismos sin fondo, encontraron que, en el ser humano de hoy, vive aún el hombre primitivo de ayer, y que en los sueños emergen elementos y símbolos que no hemos podido conocer en esta vida, ni siquiera en estudios, pero que llevamos con nosotros desde la noche de los tiempos, como si el alma transmigrara o el conocimiento quedara depositado en un gigantesco inconsciente colectivo. Por eso un egipcio antiguo y un hombre de nuestros días tienen los mismos sueños. Lo sabemos gracias a otros investigadores que han descifrado las tablillas donde los oniromantes escribían los sueños que les contaban los fieles, y así, igual que hoy conducimos automóviles en nuestras hipnagoges nocturnas, los egipcios conducían también, aunque carros, y, en ambos casos se trata de un símbolo de cómo dirigimos nuestra vida.
No hay fascinación mayor que dedicarse a penetrar lo insondable, ya sea con los aceleradores de partículas, con el espectrofluorímetro como en el caso de la expedición Malaspina, con la química, con la arqueología…
La literatura es también un modo de abismarse en lo insondable y emerger con algunos y desconocidos tesoros, y quienes lo hacen son los grandes escritores, en par con los científicos más avanzados, como Cervantes que comprendió que es la sociedad la que enloquece, y también hizo el descubrimiento que luego haría Freud: que lo mental es real; o Borges, que plasmó el mundo fractal que todavía no había sido descubierto; o Lorca, que comprendió el poder de lo infinitesimal antes del canon cuántico; o Bulgákov, que vislumbró la parte maléfica del bien y la parte bondadosa, necesaria, catártica, del mal.
Venimos aquí para descubrir, para desvelar un trozo de lo insondable y regalarlo  a la humanidad, de modo que amplíe sus horizontes y penetre en el misterio. Esta es la aventura de vivir, por eso vamos todos en la expedición náutica del Hespérides. La vida es una singladura por el abismo oceánico a la búsqueda de lo insondable, que siempre se halla oculto en lo más profundo de nuestro corazón.

GREGORIO MORALES VILLENA
Diario IDEAL, martes, 3 de febrero, 2015